Con la inauguración por parte del obispo y
con la ponencia sobre la nueva evangelización a cargo del teólogo zamorano Eloy
Bueno de la Fuente, han comenzado hoy las XI Jornadas Diocesanas de Zamora, que
abordan el cincuentenario del Concilio Vaticano II y que concluirán el viernes
1.
Zamora, 30/01/13. Esta tarde han comenzado las XI Jornadas
Diocesanas de Zamora, que bajo el título “A los 50 años” abordarán hasta el
próximo viernes 1 de febrero la importancia que ha supuesto para la Iglesia el
Concilio Vaticano II, en su cincuentenario, y la llamada a la nueva
evangelización.
Inauguración por parte del obispo
Con el salón de actos del
Seminario San Atilano lleno, tras la oración inicial, tuvo lugar la
inauguración, presidida por el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, que destacó que en el contexto del Año
de la Fe “nuestra fe debe quedar
fortalecida con estos encuentros, y nuestra misión quede renovada”. E
invitó a los asistentes a “compartir de
manera explícita nuestra fe, recitando juntos el Credo”.
Después de la inauguración fue el
turno de presentar al ponente, tarea que realizó Fernando Toribio, vicario de Pastoral y organizador de las Jornadas.
Esta primera conferencia, titulada “Una nueva evangelización”, estuvo a cargo
de Eloy Bueno de la Fuente, natural
de Casaseca de Campeán y sacerdote diocesano de Burgos, en cuya sede de la
Facultad de Teología del Norte de España es catedrático.
Estudió en la Facultad de
Teología de Burgos, en la Universidad Urbaniana de Roma y en la Universidad
Complutense de Madrid, de donde ha obtenido sus grados de Doctor en
Misionología y en Filosofía. Es el director del Instituto de Misionología y
Animación Misionera de Burgos, Diócesis en la que ha desempeñado otros cargos.
Asesor de la Comisión Episcopal de Misiones, es autor de varios libros (el
último, sobre la cristianofobia) y de más de cien artículos de investigación.
La evangelización, en el corazón de la Iglesia
El teólogo inició definiendo la
nueva evangelización como “un proyecto
pastoral para toda la Iglesia, que tiene como objetivo situar la evangelización
en el corazón de la fe”. Es algo que conduce un poco más allá del Concilio
Vaticano II: “tenemos que descubrir a la
Iglesia brotando de la labor evangelizadora que realizamos”.
En el último siglo, explicó Eloy
Bueno, “se ha ido produciendo un reajuste
en las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, entre el cristianismo y la
cultura”, saliendo de una situación de cristiandad, y produciéndose una
distancia creciente, por lo que “la
presencia de la Iglesia ha de irse amoldando a las diversas circunstancias”.
En este contexto, el Concilio
Vaticano II representó la salida del período de cristiandad, y el teólogo Yves Congar resumió así la novedad del
Concilio: la Iglesia comenzó a preocuparse por los otros, los no creyentes o
los miembros de otras confesiones cristianas y religiones. “La Iglesia y los cristianos tienen que descubrirse en medio de los
otros, que no lo son, y tiene que definir una actitud ante ellos”, afirmó
el ponente. Si Dios se ha acercado a los hombres como amigo, la Iglesia tiene
que salir al encuentro de la humanidad como amiga, haciendo que los demás
puedan “descubrir el sabor a evangelio”.
Un mundo nuevo
Pero el Concilio Vaticano II se
acabó, y el mundo de los años 60 también se acabó. Ahora vivimos tiempos nuevos
en los que es común “la cristianofobia,
el odio al cristianismo, que según algunos es una desgracia para la humanidad”.
Benedicto XVI ha respondido a este
fenómeno cultural, y así, destacó Bueno, hay que entender que el primer nombre
propio que aparece en la primera encíclica de este Papa sea Nietzsche, el autor que expresa de
forma más directa la crítica a la fe cristiana. Y la respuesta a su acusación
de haber pervertido el amor es la encíclica. Por eso “hay que ir a la hondura de las cuestiones, recogiendo la sensibilidad
del momento presente, pero ofreciendo una respuesta desde el sabor a evangelio”.
Eloy Bueno destacó la importancia
de la exhortación Evangelii nuntiandi,
de Pablo VI, publicada unos años
después del Concilio, y donde se dice que “la
Iglesia existe para evangelizar”, y que “evangelizar
es el gozo y la dicha de la Iglesia”. Se da el avance de poner la
evangelización en el centro de la vida de la Iglesia y en la existencia
cristiana, con la conciencia de que el mundo va cambiando y de que la relación
entre fe y cultura se hace más difícil.
Todo esto se recoge en la llamada
de Juan Pablo II a una nueva
evangelización, teniendo en cuenta lo que él denominaba “la cultura adveniente, lo que está viniendo”. En 1979 fue la
primera vez que utilizó la expresión “nueva evangelización”, en un barrio nuevo
de Cracovia que se había construido sin referencias al cristianismo. “Se trata de una cultura que quiere
prescindir del cristianismo, y ahí los cristianos tienen que poner los signos
del evangelio”.
“Todo el pontificado de Juan Pablo II estuvo marcado por esta idea de
una nueva evangelización”, señaló el ponente, y este Papa lo planteó a
nivel mundial, porque la cultura nueva es mundial, y también lo son los
desafíos. Benedicto XVI retomó esta
idea, heredando lo que habían sido algunas de sus convicciones teológicas
previas a su acceso al papado.
Benedicto XVI y la alegría de creer
Entre otras cosas, el pontífice
actual ha creado un Consejo Pontificio dedicado explícitamente a la nueva
evangelización, y convocó para el año 2012 un Sínodo de los obispos. En el
documento previo a la celebración de la asamblea, los Lineamenta, se observan cosas importantes y radicales: la nueva
evangelización afecta no sólo a los de fuera, “sino a cada comunidad cristiana y a cada creyente, para ver si están
preparados para estar en los nuevos escenarios culturales”.
“¿Hemos experimentado el sabor a evangelio para poder ofrecérselo a los
que se encuentran en esos escenarios?”, se cuestionó Eloy Bueno. Por ello
hay que preguntarse qué tipo de Iglesia y de cristiano exigen los tiempos. Ante
esto, los Lineamenta dan dos
respuestas: “en primer lugar, hoy hace
falta una nueva acción misionera; en segundo lugar, para afrontarla hace falta
ante todo redescubrir la alegría de la fe, o la fe como alegría”.
Al final del documento
preparatorio del último Sínodo se decía que “la
nueva acción misionera no es posible más que desde la alegría de la fe, desde
haber experimentado un amor tan grande, que me llega en mi pequeñez y me abre
un horizonte nuevo de esperanza”, tal como resumió el ponente. “Si no hay alegría, no hay fe, no hay sabor
a evangelio”, y esto se descubre en el encuentro de los discípulos con
Cristo resucitado. En su Ascensión, los discípulos se vuelven a casa con
alegría, porque Jesús se va bendiciendo, y ésta es la razón de la alegría
cristiana, según lo ha explicado Joseph
Ratzinger en su obra Jesús de Nazaret.
¿Qué tiene que hacer la Iglesia hoy?
Eloy Bueno señaló, para concluir
su ponencia, tres líneas fundamentales que deben ser recorridas y profundizadas
por los cristianos. En primer lugar, “que
la Iglesia sea un signo creíble por su dimensión fraterna y solidaria, y por
eso tenemos que ser una modalidad de relaciones humanas peculiares, por
nuestras relaciones y nuestra acogida, siendo capaces de superar tantas
divisiones humanas y de ser servidores”. La unidad tiene que hacerse
realidad en la carne de nuestro mundo.
En segundo lugar está “la centralidad del primer anuncio, que
parece el eslabón perdido de nuestra vida eclesial. Nos cuesta y no sabemos muy
bien hacerlo”. Sin embargo, es el primer encuentro que uno tiene con aquel
que está lejos de la fe. “¿Cómo puedo
hacerle yo percibir el sabor a evangelio? ¿Con malas caras, con amargura, con
rechazo? Esto se realiza en la vida más cotidiana, en el encuentro
interpersonal. Hay mucha gente que necesita ser escuchada, y hay gente que sabe
escuchar, acompañar y ofrecer una respuesta”, afirmó.
La última pista, siguiendo lo que
se habló en el Sínodo, es la convicción de que “estamos en una situación muy semejante a la de los orígenes del
cristianismo. ¿Por qué aquel pequeño grupo se extendió tan rápidamente? En
primer lugar, por la proclamación de un Dios único, que garantiza la dignidad e
igualdad de todos los seres humanos, sus hijos. Segunda razón: en aquel momento
con un horizonte negro, los cristianos supieron ofrecer un horizonte de
esperanza. Y la tercera: la caridad cristiana, el testimonio en favor de los
más desfavorecidos, acogiendo a todos los necesitados”.
Eloy Bueno concluyó su
conferencia afirmando que “podríamos
decir que cuando alguien ha experimentado el sabor a evangelio porque alguien
me ha amado desde antes y desde el principio, esta alegría de la fe da lugar
también a la esperanza y el amor”.´
***
El álbum fotográfico de la
conferencia está en: http://bit.ly/Wg0YYb
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