Crónica de la eucaristía de inauguración
diocesana del Año de la Fe en la Catedral de Zamora.
Zamora, 12/10/12. La Diócesis de Zamora ha inaugurado esta tarde en
la Catedral el Año de la Fe, en una eucaristía presidida por su obispo, Gregorio Martínez Sacristán,
concelebrada por un más de un centenar de sacerdotes y con una notable
asistencia de fieles y religiosos que llenaban el primer templo diocesano.
Pasaban unos minutos de las 18
horas cuando el obispo, acompañado por los vicarios, canónigos, arciprestes,
rector del Seminario y delegados diocesanos, precedidos todos ellos por la cruz
procesional, llegaron hasta la entrada de la Catedral, sin franquear las
puertas, para el rito inicial de la Misa, un saludo litúrgico especial en un
día tan solemne.
Monseñor Martínez Sacristán
comenzó la oración diciendo: “un día
después de la inauguración universal, en Roma, por el Santo Padre, del Año de
la Fe, nos encontramos, Señor Jesús, a
las puertas de esta Catedral, que simboliza a la Iglesia de Dios que
peregrina en Zamora”.
Y añadió que el sentido que tenía
franquear la puerta era entrar en Cristo y llegar hasta su corazón “unidos a los pobres y necesitados, a los
que sufren, a los enfermos, a los abandonados, a los marginados, a los
encarcelados, a los hermanos perseguidos por tu causa, a los que han perdido la
vida o se la han arrancado, a los que dudan o han abandonado la fe”.
La procesión se dirigió después hasta
el presbiterio del templo, donde continuó la celebración, y en el acto
penitencial el obispo pidió perdón especialmente por los pecados cometidos
contra la fe. En la liturgia de la Palabra se leyó un fragmento del profeta
Jeremías que dice: “Bendito quien confía
en el Señor y pone en el Señor su confianza”, y cuyo eco se cantó en el
salmo responsorial. La segunda lectura, del apóstol San Pedro, recordó que la
meta de la fe es la salvación. Por último, en el evangelio se leyó el relato de
la curación por parte de Jesús del ciego de nacimiento.
Disfrutar juntos de lo que somos
El obispo comenzó su homilía
afirmando que “el Señor se ha acercado a
nosotros con su palabra para decirnos que es dichoso el hombre que ha puesto su
confianza en el Señor”. Refiriéndose al evangelio, señaló que “el ciego es imagen del paso de la ‘no fe’ a
decir ‘creo’, y adorarlo. Es el ‘creo, Señor’ que está en lo más profundo de
cada uno de nosotros, hecho a lo largo de la vida, lo que nos mantiene a
nosotros como un árbol frondoso: la fe, el gran don que a veces no valoramos
suficientemente por haberla tenido desde la más tierna infancia”.
La Iglesia de Zamora se reúne en
comunión con la Iglesia universal, explicó el prelado, para inaugurar este Año
de la Fe al que nos ha convocado el Papa. “Esto
es un gesto de fe misma, el vernos reunidos, y es un acto de comunión. Vamos a
disfrutar con lo que somos, y vamos a disfrutarlo juntos, en comunión con los
pastores: con el sucesor de Pedro, con el obispo y con los sacerdotes”.
Y continuó diciendo: “sentid en primer lugar la invitación de
vuestro obispo no a grandes cosas, sino a que sintáis el gozo del don de la fe
durante este año, lo que querrá decir que podemos superar esa sensación de
cansancio, de pesimismo, de hablar siempre de cosas sin solución, de vivir como
amargados… No, ¡rompamos los barrotes de la jaula! Hablemos, sintamos y vivamos
con la fe”.
“La alegría de la fe tiene que llevarnos a anunciar esa fe”, señaló
D. Gregorio, e invitó a todos los católicos a señalar a los demás “la puerta abierta. Porque hay mucha gente
que quiere entrar y no sabe o no puede o no se atreve. Entrará si nosotros
somos capaces de abrir la puerta de la fe, ese signo que hemos expresado esta
tarde entrando por la puerta santa de nuestra iglesia catedral”.
¿Y cómo señalar la puerta
abierta?, se preguntó, y contestó seguidamente: “siendo nosotros creyentes, y viviéndolo y asumiéndolo con toda
naturalidad y frescura. Si eso supone contraste con lo que se vive en la
sociedad, tenemos que ser fuertes y valientes para estar firmes en la fe, como
hemos cantado. Esta insistencia en el ser de la fe nos llevará a ser anunciadores
de la fe. Dejando a Dios que se adueñe de nosotros y moldee nuestra existencia,
nuestras palabras y nuestras intenciones”.
“Así no tendremos vergüenza para comunicar nuestra fe”, dijo el
obispo. “Hagamos todos un esfuerzo de
catequización de nuestro pueblo. Todos: sacerdotes y laicos. Sin importarnos
quién es quién, cuántos responden ni cómo responden. Esparzamos la simiente. Él
hará crecer lo que las manos humildes de los creyentes hayan depositado en los
surcos de la vida”.
Además, recalcó la importancia de
la oración: “que sea éste un AF donde se
ore, en los espacios habituales y en los que se han creado para este
acontecimiento. Que la gente nos vea rezar, que sientan que entre nosotros hay
Alguien que no se ve pero que mueve nuestra existencia de verdad, y por el que
somos lo que somos y hacemos lo que hacemos”.
Y terminó encomendando a la
Virgen la Iglesia diocesana, con todas sus situaciones, “y para que todo sirva para gloria de Dios y alabanza de Jesucristo,
haciéndole un hueco en nuestra vida, para nuestra redención y salvación”.
Solemne profesión de fe
Tras la homilía, el obispo invitó
a los presentes “a profesar la fe y
renovar vuestra entrega al Señor Jesucristo” de una forma especial en “esta oportunidad de gracia y renovación
espiritual que la Iglesia nos ofrece durante este Año de la Fe”.
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