En su carta pastoral con motivo del Corpus
Christi, el obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, llama a la
colaboración permanente con Cáritas, y reflexiona sobre las raíces que han
llevado a la crisis global actual, proponiendo un estilo de vida alternativo en
el que destaquen la austeridad y la generosidad.
Zamora, 8/06/12. El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, ha escrito una carta pastoral para la
solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) y el Día de la
Caridad, que se celebran el próximo domingo 10 de junio. Como título de su
misiva ha tomado el lema que está utilizando Cáritas durante todo este año como
marco de su campaña. Reproducimos la carta íntegra a continuación.
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VIVE SENCILLAMENTE PARA QUE OTROS, SENCILLAMENTE, PUEDAN VIVIR
Carta pastoral del Obispo de Zamora en la fiesta del Corpus Christi y
Día de la Caridad 2012
Muy queridos hermanos en el Señor
Jesucristo:
Con inmenso gozo celebramos el domingo,
10 de Junio, la Solemnidad del Corpus Christi, con la que los cristianos
hacemos fiesta en torno al Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En esta
religiosa jornada nos sentimos convocados a participar en la Eucaristía, al
tiempo que a adorarla y también a procesionarla. En el Banquete eucarístico se
nos da el mismo Señor Jesucristo, ya que en él renueva su entrega obediente a
Dios Padre en bien de la redención de toda la humanidad.
Recibiendo el don eucarístico
percibimos el significado de estas palabras de Jesús sobre sí: “Yo soy el pan
de vida” (Jn 6, 48). Así, en el Pan consagrado se hace presente el Hijo de
Dios, el cual, compartiendo nuestra condición humana, se ha hecho solidario de
cada hombre y mujer, sobre todo, de cuantos sufren o están necesitados. Además,
como afirma Jesús: “es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo” (Jn 6,
32). Por lo tanto, es el Padre Dios quien nos alimenta y sostiene con la
Eucaristía.
En el Pan eucarístico recibimos
la vida más plena: la vida de Dios, la cual Jesús desarrolló, sigue viviendo y
quiere compartir con cuantos aceptan vivir a semejanza suya. También Jesús nos
indica la capacidad que contiene “el pan que baja del cielo”, al enseñarnos que
“el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51). Por lo
cual, con su Cuerpo sacramental el Señor nos concede la potencia vivificadora
de Dios que renueva las personas y los pueblos. Es decir, en la Eucaristía el
Señor nos hace partícipes del ser de Dios: su Amor. Por eso la Fiesta del
Corpus Christi conlleva la celebración del Día de la Caridad, de modo que el
Amor de Dios, encarnado en Cristo y hecho alimento en la Eucaristía, ha de
caracterizar la vida de todos los creyentes.
Sabemos que el ejercicio de la
Caridad, por parte de todos y cada uno de los cristianos, ha de estar dirigido
de modo preferente, aunque no exclusivo, siguiendo así el ejemplo mostrado por
Jesús, hacia los más desfavorecidos, excluidos, marginados y vulnerables de la
sociedad. Además comprobamos que los primeros destinatarios de la acción
caritativa no están disminuyendo en el momento presente, ni incluso en nuestro
contexto social más próximo. Sino que, aunque nos resulte difícil reconocerlo,
la pobreza en nuestro país se ha hecho más extensa, más intensa y más crónica.
Percibimos que el origen de este
incremento de personas y familias pobres se debe a las incisivas consecuencias
que aún sigue produciendo la crisis económica, moral y cultural que nos está
afectando, y de la que aún vemos costosa su resolución. Pero, frente a la cual,
los cristianos no podemos ni debemos permanecer indiferentes, pasivos, ni
resignados. Por eso nos conviene recordar algunos datos de la preocupante
situación social actual: la elevada tasa de desempleo que afecta ya a cinco
millones de personas en nuestro país; así como que uno de cada cuatro españoles
se encuentra en situación de riesgo de pobreza y exclusión social, debido, en
gran parte, a la pérdida de vivienda y trabajo. También hay más de un millón de
hogares con todos sus miembros activos en paro. Y, además, aumenta la injusta
brecha entre ricos y pobres en nuestra nación.
La celebración del Día de la
Caridad nos motiva a ser sensibles ante tantos hermanos que sufren por la
carencia de trabajo, por no poder sostener dignamente a su propia familia, por
no lograr hacer frente a las deudas que han contraído, o por no alcanzar a
satisfacer sus necesidades más fundamentales. Ante lo cual nos damos cuenta que
el modelo social y económico que ha llevado a esta situación requiere ser
revisado y regenerado. Ha de implantarse un nuevo modelo de desarrollo que
ponga como primer valor a la persona, y no se base en el fomento del consumo
ilimitado y en el afán desmedido por acumular y disfrutar de bienes para la
satisfacción individual.
Afirmamos que es posible superar
esta situación ya que confiamos en el Amor compasivo de Jesucristo por cada
persona. Para ello hemos de cambiar la orientación de nuestra vida. Debemos
asumir y practicar el lema que propone Cáritas para este Día de la Caridad:
“Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Es decir, se
trata de optar decididamente por un nuevo estilo de vida en el que ejercitemos
una austeridad responsable y solidaria. O sea, un modo de vivir en el que
sepamos diferenciar lo que son realmente nuestras necesidades, a las que
debemos atender, y lo que propiamente son nuestros deseos y caprichos, de los
cuales podemos renunciar, por ser superfluos. Esta vida austera, que nos
corresponde asumir, tiene una doble finalidad: por un lado, hacernos libres de
los bienes y así no vivir dependiendo de ellos; y por otro, convertirnos en
personas solidarias. Es decir, posibilita que los otros hermanos puedan
“sencillamente vivir”, ya que se les ayudará a atender a sus necesidades
personales y familiares básicas, alcanzando una existencia con dignidad.
Procurando vivir en la austeridad
en el consumo personal y grupal de bienes, nos habituaremos al ejercicio de los
valores que construyen la vida social, como son la relación fraterna, la
solicitud y el compromiso a favor de los otros. Así, practicando la austeridad,
nos abriremos a la generosidad, tal como caracteriza el ser y hacer de Cáritas,
la cual es la Iglesia Católica que ejercita de modo organizado el Amor de Dios
hacia los necesitados. En este sentido comprobamos que nuestra Cáritas
Diocesana está consagrada a procurar que muchos hombres y mujeres puedan
“sencillamente” vivir. Esto lo alcanza realizando un esfuerzo más intenso en
estos momentos, a través de las abundantes y eficaces acciones que desarrolla,
no buscando el protagonismo, sino apoyada en la generosidad anónima, gratuita y
perseverante de muchos cristianos.
Por lo cual todos los católicos
debemos agregarnos a la vida de Cáritas, a través de las diversas modalidades
en que se puede concretar nuestro compromiso caritativo. Ya sea, colaborando
personalmente en sus acciones por medio del voluntariado. Ya sea, aportando de
lo nuestro para que prosiga desarrollando sus beneficiosos y variados
programas. Ya sea, en nuestra parroquia o arciprestazgo implicándonos para que
se implante y extienda la presencia de Cáritas en los núcleos rurales de
nuestra Iglesia, para que a todos les llegue nuestra propuesta de vivir con sencillez
y generosidad.
Concluyo animándoos a todos a
participar en Cáritas, este Día y cada jornada.
+ Gregorio Martínez Sacristán
Obispo de Zamora
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