martes, 18 de octubre de 2011

Sólo Dios basta


ÁNGEL CARRETERO MARTÍN

Celebrábamos ayer fiesta grande en el Carmelo de Toro y, en realidad, en toda la Iglesia universal: Santa Teresa de Jesús. Hacer memoria de ella es tanto como recordarnos la necesidad que tenemos de una vida enraizada en Dios, en oración continua, tratando de amistad con aquel que sabemos que nos quiere sin medida. No sólo las hijas de la Orden Carmelitana, todas las comunidades contemplativas nos enseñan, desde el silencio de la clausura, que sólo en el encuentro amistoso nos encontramos con nosotros mismos y con el que es nuestro principio y fundamento; sólo en el encuentro orante se desvanecen tensiones y cansancios; sólo en el encuentro personal con el Absolutamente Otro encuentra uno alivio y paz.

Por eso quisiera que este espacio de hoy sea reconocimiento agradecido a toda esa gran riqueza escondida que forman las dieciséis comunidades sembradas en diversos lugares de nuestra geografía diocesana. Y nada menos que cinco de ellas plantadas desde hace siglos como las mejores cepas de esta parcela de la viña del Señor en Toro: Carmelitas, Clarisas, Dominicas, Sofías y Mercedarias. Todas ellas justamente veneradas hasta por el toresano más «carámbano» que pueda haber, si lo hay. Todas ellas son «oasis» en el desierto del vacío, la superficialidad, las prisas y el materialismo en el que, a menudo, nos movemos en nuestro mundo.

El último botón de muestra es que más de noventa jóvenes católicos ingleses, acogidos en las parroquias de Toro en los días previos a la JMJ, han podido disfrutar igualmente del testimonio orante, sencillo y alegre de estas mujeres de Dios en los diversos encuentros que hemos mantenido. Todo un descubrimiento para nuestros peregrinos y también un toque de atención para nosotros ya que nunca deberíamos acostumbrarnos demasiado a estos faros que nos recuerdan calladamente lo esencial, lo definitivo, lo eterno. Las contemplativas no nos enseñan tanto cosas sobre Dios cuanto que nos lanzan a mirar hacia Él advirtiéndonos que todo lo demás es flor de un día, que «sólo Dios basta» porque sólo Dios es Dios y no hay ninguna otra cosa o persona que pueda sustituirlo. Todo lo bueno es reflejo de Él; todo lo malo nada tiene que ver ni hacer con Él. Es más, decía K. Barth, «que está mal, el mundo lo sabe ya; pero no sabe que, por los cuatro costados, está en las buenas manos de Dios».

Somos muchos los que nos sentimos muy agradecidos porque el testimonio fiel de estas santas mujeres está gritando que Dios no empobrece sino que enriquece; que no ata sino que te hace más libre; que no infantiliza sino que te hace más maduro; que no te empequeñece, sino que te eleva, te potencia y te conduce hacia una vida plena y mejolor.

La Opinión-El Correo de Zamora, 16/10/11.

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