LUIS SANTAMARÍA DEL RÍO
A los más jóvenes quizás no nos han enseñado aquello de las obras de misericordia, entre las cuales se encuentra la de «dar de comer al hambriento» (segunda de las corporales). Pero en el evangelio que escuchamos hoy millones de católicos en todo el mundo aparecen estas palabras de Jesús: «Dadles vosotros de comer». Un imperativo para los creyentes, pero también una llamada fuera de toda fe religiosa que estos días se hace más acuciante gracias a los medios de comunicación, que nos muestran en imágenes lo que están viviendo los países del llamado Cuerno de África. Una vez más, la Palabra de Dios que se lee en la Iglesia ilumina nuestra realidad actual… y nos mete el dedo en el ojo.
No podemos contentarnos con la queja, y con decir que el mundo está muy mal. Claro que está muy mal. Ayer mismo, el restaurante del cocinero español más célebre en el mundo cerraba sus puertas para pasar a convertirse en una «fundación de investigaciones gastronómicas». En la sociedad que pone «estrellas Michelín» en las puertas de los establecimientos más famosos, ya sea por su cocina tradicional o por su innovación molecular, resulta que 15 millones de personas corren riesgo de una muerte cercana por hambre. Claro que es lo de siempre. Y luego dirán que eso del pecado es un invento de los curas para esclavizar las conciencias que -gracias a algún dios- ya está superado. ¿Superado? Que se lo digan a los habitantes de Etiopía, Kenia, Somalia, Uganda y Yibuti, víctimas de nuestro egoísmo.
Cuando leí ayer mismo en este periódico el titular «El mal comer se va a acabar», no pensé en las recetas de cocina que anunciaba, sino en lo bueno que sería poder aplicarlo a la información de las páginas de Internacional. Entre nosotros tenemos dos instituciones que acaban de abrir sus cuentas bancarias esta semana pasada para pedir la colaboración de los zamoranos. La primera, Cáritas Diocesana, que no es sino la expresión caritativa y social de la Iglesia católica en nuestra tierra. La segunda, Manos Unidas, que desde la misma confesionalidad religiosa lleva más de 50 años luchando precisamente contra el hambre. Casualmente (es un decir, claro), ambas entidades han presentado en poco más de un mes sus memorias del año pasado. Trabajan con profesionalidad y transparencia. Y con humanidad. Con los pobres de aquí, y con los de lejos. Porque, en esta situación de crisis, no caigamos en la tentación de olvidarnos de los que no vemos.
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