JOSÉ ALBERTO SUTIL
En esta última semana, el presidente de la república francesa, N. Sarkozy, ha presentado «su» código de la laicidad, criticado desde diferentes facciones sociales, pero principalmente por musulmanes y católicos. Por otra parte, nuestro Gobierno anunciaba el nombramiento de María Jesús Figa como embajadora del Estado español ante la Santa Sede, la primera mujer en desempeñar dicho cargo. Son dos noticias que nos recuerdan tres cuestiones de máxima actualidad, tres cuestiones que deben ser iluminadas por la Doctrina Social de la Iglesia: 1) la legítima autonomía de las realidades temporales, 2) la separación entre Iglesia y Estado, y 3) el debate sobre una sana laicidad. Que Benedicto XVI ve de lejos no es algo nuevo. Lleva tiempo insistiendo el Papa en la necesidad de repensar juntos la verdad, también como categoría política. Por eso merece la pena recoger aquí la reflexión que aparece en el segundo volumen de su «Jesús de Nazaret», justo al tratar sobre un estadista, un político, como Pilato: «La verdad, ¿es acaso una categoría política? O bien, ¿acaso el "reino" de Jesús nada tiene que ver con la política? Entonces, ¿a qué orden pertenece? Si Jesús basa su concepto de reinado y de reino en la verdad como categoría fundamental, resulta muy comprensible que el pragmático Pilato preguntara: "¿Qué es la verdad?"» (Jn 18,38). Es la cuestión que se plantea también en la doctrina moderna del Estado: ¿Puede asumir la política la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad, como dimensión inaccesible, a la subjetividad y tratar más bien de lograr establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder? Y la política, en vista de la imposibilidad de poder contar con un consenso sobre la verdad y apoyándose en esto, ¿no se convierte acaso en instrumento de ciertas tradiciones que, en realidad, son solo formas de conservación del poder? Pero, por otro lado, ¿qué ocurre si la verdad no cuenta nada? ¿Qué justicia será entonces posible? ¿No debe haber quizás criterios comunes que garanticen verdaderamente la justicia para todos, criterios fuera del alcance de las opiniones cambiantes y de las concentraciones de poder? ¿No es cierto que las grandes dictaduras han vivido a causa de la mentira ideológica y que solo la verdad ha podido llevar a la liberación? ¿Qué es la verdad? La pregunta del pragmático, hecha superficialmente con cierto escepticismo, es una cuestión muy seria, en la cual se juega efectivamente el destino de la humanidad. Entonces, ¿qué es la verdad? ¿La podemos reconocer? ¿Puede entrar a formar parte como criterio en nuestro pensar y querer, tanto en la vida del individuo como en la de la comunidad?». Por cierto, aviso también para navegantes a la hora de elaborar los programas electorales...
No hay comentarios:
Publicar un comentario