JOSÉ ALBERTO SUTIL LORENZO
El pasado mes de noviembre, el papa Benedicto XVI nos regalaba un precioso documento titulado Verbum Domini, «sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia». Y la semana pasada ha sido presentada la «Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española». Era un sueño añorado que por fin se ha hecho realidad. Tras largos años de trabajo conjunto de los mejores especialistas, disponemos por fin de una traducción «oficial» en castellano, que será la que a partir de ahora degustemos. Pero habrá que explicar bien qué significa esto de «oficial»… ¿Quiere decir que ya no se puede utilizar ninguna otra traducción en castellano? ¿Quiere decir que los que usen otra Biblia van a estar, por así decirlo, al margen de la ley? ¡Nada de eso! Gracias a Dios, contamos con muy buenas traducciones de la Biblia al español y cada una de ellas tiene diferentes acentos (más literal, más pastoral, más poética, con mejor aparato crítico, etc.). Porque no todos los cristianos somos iguales, como tampoco es lo mismo la predicación de la homilía en la eucaristía que una clase de teología, o una catequesis, o una celebración de la Palabra, o una oración, o un estudio exegético. Que esta Biblia sea la «versión oficial» significa que se convierte en la referencia a partir de ahora. Es un signo más de comunión entre los católicos de lengua hispana, y crecer en la comunión siempre es una gracia porque es reflejar un poco más lo que pasa en el seno de Dios, que es Trinidad y comunión de personas. Dicen nuestros obispos, al presentar esta nueva Biblia, que «será la traducción que se escuche en la Liturgia, la que se utilice en los documentos de la Conferencia Episcopal Española, y se citará en los catecismos y en otros materiales de formación. En definitiva, se acudirá normalmente a esta versión en todos los actos eclesiales de piedad, enseñanza y evangelización». Bien encuadernada y presentada, con las notas explicativas necesarias y los paralelos imprescindibles, esta nueva Biblia es una gozada. Cada vez que la abras, resonará en ti tu propia experiencia de Dios y, a fuerza de repetir, irá calando cada vez más hondo, pasará de tu cabeza a tu corazón y de tu corazón a tus manos, de modo que tu pensar, tu sentir y tu obrar vayan a una con la Palabra de Dios. Vas a poder leer y meditar en tu casa las mismas palabras que escuchaste el domingo pasado en la eucaristía, o aquella otra lectura de la catequesis que te llegó al alma, o recordar lo que escuchaste el día de tu boda o el evangelio que te dio paz y esperanza en aquel funeral… Por eso, con el permiso de los mosqueteros, «todos para uno», es decir, todos para el Señor, y «una» (Biblia, esta Biblia) «para todos». Por cierto, llegan las navidades y nunca acabamos de encontrar el libro que sea el regalo perfecto. ¿Por qué no regalar una biblioteca entera? ¿Por qué no regalar esta nueva traducción de la Biblia? Se sorprenderán, queridos lectores, de los efectos secundarios…
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