NARCISO-JESÚS LORENZO
Domingo II de Adviento - Ciclo A
“En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto” (Mt 3, 1-12)
A veces tengo la impresión de que con los tiempos litúrgicos pasa como con los escaparates. Como si sólo cambiáramos de decoración y de vestuario. Es la temporada del morado, de las coronas con cuatro velas, de la sobriedad floral y de colgar algunos eslóganes que invitan a tener espereza. Así las cosas estamos ante un Adviento estético o pedagógico-moral.
El Adviento es un tiempo litúrgico, un espacio temporal de cuatro semanas preparatorias de la Navidad. Pero sobre todo, es una oportunidad para contemplar en su totalidad el entero proyecto cristiano, o dicho de otro modo: la totalidad del Historia de la Salvación, que tiene un protagonista principal que es Jesucristo. Más que un tiempo cuantitativo es un tiempo cualitativo que toca, o atraviesa el entero Año litúrgico, porque mira al pasado, a las esperanzas de Israel puestas en la llegada de un Mesías. Mira al presente, al esperado nacimiento de un Niño que cambiaría la historia y que sigue cambiando la vida de millones de seres humanos. Y que mira al futuro, a ese desenlace final de la Historia. A la «Parusía», término griego que significa dos cosas: estar presente y llegar. La presencia velada de Cristo entre los suyos y la manifestación gloriosa al final de los tiempos, cuando el recorrido de la Historia concluya. Como rezamos en el Credo: «Ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y su reino no tendrá fin».
Conviene detenernos en un hecho: frente a esta esperanza, algunas teorías, que más científicas son interpretaciones materialistas de hipótesis científicas, se empeñan en dejar sin proyecto, origen y finalidad al universo y a la «especie humana». Aún dándose de bruces con la realidad de la misma ciencia y de la misma mente humana, que no ha dejado de buscar en todo porqués y paraqués; gracias a lo cual la humanidad, la ciencia, el pensamiento y la espiritualidad han podido avanzar. Es curioso que este procedimiento sirva para todo, menos para el universo y para lo humano. Como si el primero fuera el resultado de un no se sabe qué… y lo segundo de una casual y fortuita caída de los árboles.
El Adviento es la oportunidad que nos invita a mirar la creación; sí, la creación, y la historia como un proyecto de salvación de Dios. Y para esto es necesaria una conversión. «Convertíos» dice hoy el Bautista. La conversión es algo más que un lavado de cara moral, una limpieza superficial de pecaditos, que por otro lado son siempre los mismos. Requiere un cambio de mentalidad. La superación del escepticismo egocéntrico en que nos ha instalado la cultura actual para ir en busca de la verdad. Es decir: salir al encuentro del Señor, que dice: «Yo soy la Verdad». Salir al encuentro de la Verdad es asomarse a la Historia y ver que tanto en origen, como en su conclusión está Jesucristo.
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