Al fin llegó. El temido pero inevitable último día. Todo empezó como siempre. A las 6,30 sonó la dulzaina, una de las pocas cosas que no echaré de menos, y todo el mundo se levanto, con mayor o menor rapidez, para preparar la mochila. Tras el desayuno, salimos hacia el lugar de la eucaristía. A las 9,45 nos esperaban en el Estadio San Lázaro, que habíamos abandonado horas antes, después de la gran vigilia de oración, el que para mí fue el gran momento del encuentro.
Cuando llegamos, las puertas aun estaban cerradas y nos toco esperar un rato. A las 9,15 abrieron las puertas. Los zamoranos estábamos colocados en la zona de tribuna, en la esquina. Al principio, con el sueño y el fresco de la mañana, nos costó entrar en calor, pero con el tiempo empezamos a cantar distintas consignas, y entre las que más llama la atención es la de “Lo dice el Papa, lo dicen los obispos, la juventud es lo mejor que tiene Cristo”.
A las 9,45 empezó la eucaristía, presidida por el cardenal Stanislaw Rylko, junto con al cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela y Julián Barrio, arzobispo de Santiago, el cual dio las gracias a los 12.000 jóvenes reunidos en Santiago y nos citó en Santiago y Barcelona en noviembre, para la visita del Santo Padre, y para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Madrid 2011.
Tras esto, y una sesión de dulzaina a cargo del joven peregrino zamorano Vicente Urones, nos dirigimos a comer al pabellón. Entonces empezaron los llantos. Y es que tras ocho días de convivencia, cada uno volvía a casa. Nosotros cogimos el bus a las 4 de la tarde, llegando a Zamora a las 9 de la noche.
Una vez en casa, podemos hacer un balance de la peregrinación. La organización del encuentro ha sido digna de mención, encontramos unos voluntarios informados, que te ayudaban en todo lo que debían y mucho más. La organización de la peregrinación ha sido también muy buena, aunque con algunos peros. La elección de los pabellones ha sido buena, y la ayuda de Protección Civil, necesaria. En definitiva, un buen entrenamiento para lo que ocurrirá dentro de 12 meses, la visita del Papa a Madrid.
Concluiré dando las gracias a todos los peregrinos que me han ayudado en este Camino y a todos los que día a día habéis leído estas crónicas, y haciendo mío el grito que más se ha oído en Santiago: “Sí, sí, sí, nos vemos en Madrid”.
Pablo Rodríguez Romo
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