JESÚS GÓMEZ
Domingo de la Sagrada Familia – Ciclo C
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2, 41-52)
No es que fuera un pueblo muy numeroso o muy poderoso; al contrario, tirado en la cuneta y abandonado estaba, cuando Dios pasó y lo amó. Por puro amor hizo con él una alianza. Queriendo Dios manifestarle cuán grande era el amor que le tenía, no tuvo más remedio que recurrir a la experiencia humana del matrimonio: «Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó. La alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo». Se establece una correlación de Dios e Israel, y también de Cristo y la Iglesia, con el matrimonio humano. Un solo Dios y un solo pueblo o un solo Cristo y una sola Iglesia, consiguientemente un solo marido y una sola esposa. Donación mutua, plena, definitiva y fiel del hombre y la mujer, a imagen y semejanza de la oblación plena, definitiva y fiel de Dios a Israel, de Cristo a su Iglesia.
¡La alegría que encuentra el marido con su mujer! Alegría llamada a permanecer, a renovarse cada día y cada hora. Alegría acrecentada con el crecimiento de la prole. Y como Dios le preparó una tierra a su pueblo, una casa donde vivir, con el amor mutuo de los esposos, el amor compartido mutuamente con los hijos y una casa donde vivir, ya tenemos una familia en marcha, en las mejores condiciones para el desarrollo de la vida, a imagen y semejanza de la familia celeste: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cargada, por otra parte, de multiformes necesidades para su desarrollo: trabajo, conocimientos, economía, servicios… está igualmente necesitada de las más diversas ayudas.
La familia tiene su punto de partida en el matrimonio, que es obra de Dios, creación de Dios. Obra y creación de Dios lo es también la familia. Pero matrimonio y familia son vividos por el hombre. Por lo tanto, el matrimonio y la familia se relacionan con Dios como se relaciona con Dios cualquier ser humano individualmente; mejor, como se relacionó con Dios la pareja humana paradigmática. Como Adán y Eva, matrimonio y familia tienen un camino trazado por Dios con sus señales de circulación y colmado de halagüeños anuncios que invitan a desviarse. Basta echar una ojeada a nuestro mundo para comprobar cuán efectivos son esos halagos, cuán deteriorado se presenta el panorama familiar. Sólo serán capaces de recomponerlo las familias que se afirmen en el camino sin desviarse. Una familia, fiel al designio de Dios nos dio un hijo que logró cambiar la historia. Familias como aquella Sagrada Familia nos darán hijos que seguirán los pasos de Jesús, el hijo de María, y el deterioro del panorama familiar y religioso, se corregirá. Vienen Días, oráculo del Señor, en que yo reconstruiré la casa.
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