JESÚS GÓMEZ
Domingo I de Adviento – Ciclo C
“Estad siempre despiertos” (Lc 21, 25-36)
Si el Señor no construye la casa, si el Señor no guarda la ciudad… De ciudades está llena la tierra y las ciudades, de casas. Jerusalén y su templo, la casa de Dios, son la ciudad y la casa emblemas de toda la tierra. Emblema y emblematizado correrán la misma suerte. La destrucción del templo, la de Jerusalén y la destrucción de la tierra se confunden en un solo y único relato. El gobernador romano Gessio Floro, gobernante criminal y corrupto, irritó a los judíos hasta sublevarlos contra Roma. Los romanos arrasaron Jerusalén, destruyeron el templo y Floro se libró del juicio que le esperaba por su mal gobierno. Así fue la historia, historia de hombres, que, sin saberlo, realizan el designio de Dios.
En efecto, cuando Jesús se dirigió a Jerusalén para celebrar la Pascua, montado en un pollino y en medio de aclamaciones, al divisar la ciudad se echó a llorar: «¡Si conocieras en este día lo que te lleva a la paz!... Porque vendrán días en que tus enemigos te cercarán y te arrasarán y no dejarán en ti piedra sobre piedra por no haber conocido el día de tu salvación». Jerusalén no conoció ese día y los romanos, sin saberlo, cumplieron la palabra de Jesús.
Si el Señor no construye la casa, si el Señor no guarda la ciudad… Se imaginaban los judíos y, durante un tiempo, también los cristianos que el universo era una casa inmensa, la casa cósmica, con sus muros, techo y subsuelo, habitada por hombres y poblada de toda clase de animales. Entraba dentro de las posibilidades que algún día pudiera tambalearse, desplomarse su techo y agrietarse el pavimento. Basta que Dios le retirara su apoyo y lo emblematizado terminaría como el emblema. Tremendo el terror, el espanto y desconcierto de todo viviente, sobre todo del hombre si el techo llegara a desplomarse, agrietarse el pavimento y a tambalearse la casa. ¿Será posible? Al principio creó Dios el cielo y la tierra, es decir, al principio Dios puso en marcha el universo y lo encaminó hacia la salvación, que es la Vida. Con calma y sin prisas el universo se fue preparando para la aparición del hombre. Creó Dios al hombre a imagen suya según semejanza y lo puso al volante de la creación con normas y señales de tráfico. Todo a punto para que el universo llegase a buen término. Mal conductor el hombre. Un accidente por salirse de la calzada y causó la muerte. Dentro de unos días recordaremos el nacimiento de otro hombre, que ya no es «a imagen según semejanza», sino que es «la Imagen de Dios invisible»; Hombre, dotado de fuerza y poderío, que logró con gran esfuerzo enderezar la marcha del universo y encaminarlo de nuevo hacia la Vida.
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